Entraste sin preguntar, acomodaste tu risa en mi cama sin sueños. La tarde tartamudeaba sus primeras sombras en el ventanal, yo te empezaba a contar que no puedo convidar más que promesas rotas. Sería lo que no fuí con tal de verte asomado al balcón de mis penas. Tu ausencia es como un zarpaso de días fallutos que no pasan más. Podría disimular, pero el olor de tu voz se acurrucó entre mis cosas.