Ya no tengo su cigarro en desayuno y aprendí a echarlo de menos te lo juro, ya no tengo tu mejilla y su deseo de sentirle a mi nariz su alma de hielo, ya no tengo aquel susurro que avivaba el fueguito de una voz avergonzada,
ya no tengo la fruición de la mañana de rogarte que despegues de la cama. Ya no tengo tu solcito en mi
habitación. Se ha instaurado la ilusa ilusión de un olvido repentino burlando a un tiempo lerdo. Callejeros va a
tocar; San Lorenzo va a jugar y eso no va a hacer más que cooperar con tu recuerdo.